Del iPhone al Eiphone: Una advertencia desde la ingeniería industrial
Desde la ingeniería industrial, tenemos el deber de anticipar, modelar y diseñar soluciones robustas frente a un mundo en transformación constante. Esta columna busca precisamente abrir esa conversación.
Consideramos pertinente abordar algunos de los efectos más relevantes que ha desatado esta llamada “Guerra Comercial” entre Estados Unidos y China. Siendo Gerente General o algún Gerente de Operaciones de una gran compañía —como Tim Cook, CEO de Apple— estaría legítimamente al borde de la locura, exigiendo explicaciones a su equipo ejecutivo sobre por qué en su plan estratégico jamás se consideró una variable llamada: Donald Trump.
Lo cierto es que cualquier directorio bien preparado pudo haberlo anticipado. Trump ya había esbozado gran parte de sus intenciones en su libro de 2016, Great Again: How to Fix Our Crippled America, donde afirmaba sin rodeos: “China ha estado tomando ventaja de nosotros durante años. Es hora de responder”, y remataba con una frase aún más frontal: “China no respeta las reglas del comercio internacional, y EE. UU. ha sido ingenuo o débil. Eso se acabó.”
No se trata, por supuesto, de sugerir que ahora debamos leer cada libro escrito por un precandidato presidencial para incluirlo en un análisis PESTEL. Pero el caso de Trump es distinto: desde 2016 manifestó con claridad su postura frente a China, adelantando políticas que efectivamente ejecutó. Entre ellas, la imposición de aranceles a las importaciones chinas, no solo como represalia por prácticas que consideraba desleales, sino también como un intento por “emparejar la cancha” para los trabajadores estadounidenses.
Otra de sus acusaciones más repetidas fue la manipulación cambiaria. Al declarar a China como currency manipulator, Trump instaló la idea de que el desequilibrio comercial no respondía a ineficiencia interna, sino a una competencia estructuralmente injusta. Aunque la medida funcionó más como herramienta geopolítica que económica, marcó un antes y un después en la forma en que se concibe la política monetaria como arma comercial.
Gráfico 1. Evolución del tipo de cambio USD/CNY (2018–2025)
Fuente: Elaboración propia con base en datos históricos y estimaciones del mercado.
Nota. Evolución de la tasa de cambio USD/CNY entre 2018 y 2025. El gráfico muestra cómo el yuan se ha depreciado progresivamente frente al dólar, pasando de 6,3 a más de 7,3 unidades por dólar. Este debilitamiento ha sido interpretado por Estados Unidos como una estrategia deliberada de China para mantener su competitividad exportadora; argumento central en la acusación de “manipulación de divisas” utilizada por Donald Trump para justificar aranceles y restricciones comerciales.
Otro punto crucial abordado por Trump fue su ofensiva contra el robo de propiedad intelectual. En su diagnóstico, China se ha aprovechado sistemáticamente de las empresas norteamericanas, obligándolas —como condición para operar en su mercado— a formar joint ventures con socios locales y a transferirles tecnología clave.
Bajo el paraguas de “propiedad intelectual” se agrupan activos estratégicos como patentes (invenciones, procesos tecnológicos), derechos de autor (software, contenido), marcas registradas y secretos industriales (fórmulas, algoritmos, métodos internos).
En su primer mandato, Trump pasó del discurso a la acción e implementó una batería de medidas concretas:
• Utilizó la Sección 301 de la Ley de Comercio de 1974 para justificar aranceles sobre más de 250.000 millones de dólares en importaciones chinas.
• Encargó un informe formal de la Oficina del Representante Comercial (USTR 301) que estimó en más de 225.000 millones USD anuales el daño económico causado por estas prácticas.
• Activó restricciones a inversiones chinas en sectores tecnológicos sensibles a través del CFIUS (Comité de Inversiones Extranjeras en EE. UU.).
• Finalmente, incluyó cláusulas específicas de protección a la propiedad intelectual en el acuerdo comercial “Fase 1” firmado con China en 2020.
Indistintamente de que algún CEO haya adquirido este libro y se haya vuelto tremendamente famoso —como Biff Tannen en Volver al Futuro*, quien apostó sin perder gracias a un libro con todos los resultados deportivos del futuro—, lo cierto es que la información sobre las intenciones de Trump estaba disponible desde 2016. No hacía falta una máquina del tiempo para anticipar el impacto que sus políticas tendrían en la economía global, solo leer con atención sus propias declaraciones escritas.
Los antecedentes están a la vista, y muchos reportajes especializados ya han abordado este tema con mucho más detalle que el presente artículo. Sin embargo, no debemos perder de vista un punto clave: hoy existe una preocupación real sobre cuánto costará el próximo iPhone. (Bueno, puede que haya otras preocupaciones, pero es un excelente ejemplo).
Sí, es cierto: este dispositivo atrae a todos los segmentos —desde fanáticos tecnológicos hasta usuarios comunes— que esperan con ansias cada nueva versión.
Ahora bien, si desempolvamos algunos apuntes de macroeconomía o abrimos una página al azar del libro de José De Gregorio, veremos con claridad que las medidas proteccionistas impuestas por EE. UU. a China afectan directamente a empresas como Apple, que ha sofisticado su cadena de abastecimiento al punto de convertirla en un ecosistema global altamente optimizado.
Cualquier disrupción en esa estructura —ya sea por aranceles, represalias comerciales o controles de exportación— tiene efectos inmediatos en los precios, márgenes y disponibilidad del producto final.
Veamos el artículo Apple Inc.: Managing a Global Supply Chain como referente.
Apple ha desarrollado una de las cadenas de abastecimiento más sofisticadas y globalizadas del mundo. El diseño y desarrollo se realiza en Estados Unidos, pero su ejecución involucra a más de 150 proveedores en al menos 30 países, coordinados con una precisión milimétrica.
• Estados Unidos: diseño industrial, desarrollo de software, propiedad intelectual y chip A-series (diseñado internamente).
• Japón: sensores de cámara (Sony), componentes de almacenamiento y elementos ópticos.
• Corea del Sur: pantallas OLED y chips de memoria (Samsung, LG).
• Taiwán: procesadores fabricados por TSMC y placas madre.
• China: ensamblaje final a través de Foxconn y Pegatron, además de varios subcomponentes menores.
• India y Vietnam: emergen como nuevos centros de ensamblaje en expansión.
Apple no solo coordina compras a gran escala, sino que financia maquinaria especializada para proveedores estratégicos, asegurando exclusividad en materiales y procesos. También anticipa demanda con 150 días de proyección y actualizaciones permanentes a sus socios logísticos y manufactureros.
Esta red integrada le ha permitido responder con agilidad a lanzamientos globales, como ocurrió con el iPhone 5, cuya producción pasó de rediseño a fabricación masiva en cuestión de días. Pero esta misma dependencia multinacional también convierte a Apple en una empresa altamente vulnerable a shocks globales: aranceles, restricciones de exportación, conflictos laborales o tensiones geopolíticas pueden afectar la disponibilidad de un solo componente y retrasar millones de unidades.
La fabricación de un iPhone no es un proceso local. Es una coreografía global de diseño, innovación, manufactura y logística. Y como tal, cualquier cambio en las reglas del juego global —como los aranceles impuestos por Trump— tiene un impacto directo en su precio, su tiempo de entrega y en la cadena de confianza que Apple ha construido.
Ahora que hemos constatado que la cadena de abastecimiento de Apple es extraordinariamente compleja, cuesta entender cómo una política comercial puede poner en riesgo a una empresa valorada en $3,066 billones de dólares, que ha comprometido más de $500.000 millones en inversiones en Estados Unidos, creado al menos 20.000 empleos, y entregado cerca de $75.000 millones en aportes fiscales en los últimos cinco años.
Las consecuencias de no responder con rapidez a este escenario son evidentes: pérdida de participación de mercado, caída en la competitividad global y una distorsión de precios que escapa de toda lógica económica frente al vaivén arancelario entre potencias. Por ahora, es el mismo Tim Cook quien ha encabezado una ofensiva diplomática en la Casa Blanca para mitigar los efectos de estas medidas. Y aunque las exenciones arancelarias que ha logrado sean temporales, Apple ha logrado evitar —por ahora— un desplome catastrófico de sus acciones.
Para el usuario común y corriente, eso puede ser suficiente: al menos por un tiempo, podrá seguir comprando su iPhone… o, si el conflicto escala, tal vez un “Eiphone” versión China. En tiempos de guerras comerciales, al menos la ironía aún es gratuita.

Hugo Cañete León
Colegio de Ingenieros de Chile A. G.